Sin duda la comunicación es extraordinaria y bien gestionada, además de lograr objetivos será lo que nos diferencie en nuestras relaciones sociales y profesionales. Todo el mundo puede mejorar en sus relaciones. Si los demás recuerdan de ti una buena experiencia, querrán continuar relacionándose contigo, ya sea tanto en un entorno social como profesional. El saber comunicar y estar deben formar parte de un “todo” en nuestra personalidad, y por ende en nuestras relaciones. Y esa totalidad respondería a un equilibrio entre la escucha activa, el respeto, la empatía y coherencia entre nuestro lenguaje verbal y corporal.
En un anterior post comentábamos que, además de la comunicación verbal, el 80% de la información que captamos de nuestros interlocutores procede de la comunicación paraverbal y de la comunicación no verbal.
Y es que, dentro del apasionante mundo de la comunicación, también existen muchísimos matices en nuestro lenguaje corporal y facial que consciente o inconscientemente transmitimos. Mientras que la comunicación verbal transmite datos e información, el lenguaje corporal comunica estados de ánimo, emociones y actitudes personales.
Por lo que conocerlos y gestionarlos debidamente, nos puede evitar no solo fracasar socialmente sino también en nuestra esfera profesional. Además, nos ayudará a adelantarnos y modular sobre el terreno nuestro mensaje en función de los inputs del lenguaje corporal de nuestro interlocutor.
Tanto en el universo online como presencialmente, todos hemos cometido errores (en ocasiones anecdóticos), y nos hemos sentido perdidos en alguna ocasión en nuestras relaciones profesionales. ¿Quién no se ha encontrado alguna vez con un interlocutor taciturno, esquivo e incluso disperso que nos hacía sentir confusión sobre lo que estábamos planteando?, ¿te has preguntado alguna vez si tu mensaje estaba realmente calando?, ¿has tenido la sensación de que existía desacuerdo o aburrías a tu audiencia? Probablemente, hayas vivido muchas de estas situaciones y tras una brillante presentación, entrevista o encuentro, te hayas preguntado dónde fallaste o en qué momento perdiste a tu interlocutor.
Todavía recuerdo la primera reunión que tuvimos hace unos cuantos años con una importante firma que, afortunadamente hoy, se encuentra entre nuestros más estimados clientes. Aunque con menos edad y experiencia, y las pulsaciones elevadas, no estábamos ante nuestro primer partido. A petición del cliente debíamos realizar una completa propuesta (no exenta de complejidad), para cubrir las necesidades de diversos departamentos. Durante la presentación, el principal interlocutor de la compañía, no solamente esquivaba el contacto visual, sino que durante todo el encuentro permaneció inquieto y más pendiente de la decoración de paredes y techo, que de lo que allí se estaba tratando.
Además de la timidez natural que su lenguaje corporal desprendía, era obvio que no se sentía cómodo. Me preocupaba enormemente su actitud y estado de ánimo. No podíamos dejar pasar tanto esfuerzo e ilusión en aquel proyecto, pero tampoco sabíamos exactamente qué iba mal para poder virar la situación. Así que, antes de dar por finalizada la reunión, nos atrevimos a abordar la cuestión.
El extraño comportamiento de nuestro interlocutor respondía a su pérdida de visión temporal a consecuencia de una leve intervención. Por cortesía, durante nuestra presentación optó por aparcar las gafas de sol que debía llevar. Su razonable explicación y la deferencia que tuvo hacia nosotras, bien merecieron unos minutos -aunque eternos- de confusión por quién hoy es uno de nuestros más queridos clientes.
Interpretar mensajes ajenos siempre es un reto, y naturalmente conocer a nuestro interlocutor ayuda. Pero, ¿qué hubiera ocurrido si no nos hubiéramos interesado por su estado de ánimo y atrevido a preguntar? Tal vez nada, tal vez todo. Ese día aprendimos que escuchar lo que no se dice, tener un alto grado de empatía, observar e interpretar mensajes, necesidades e inputs que nuestro interlocutor transmite, también forma parte de nuestra amada profesión.
El lenguaje no verbal ¿Cómo acompaña nuestro cuerpo a nuestro comportamiento?
Cada gesto tiene multitud de variantes y pueden aportar matices distintos. Sin embargo, es cierto que hay una serie de componentes que sin duda nos ayudan a lograr saber estar y comunicarnos debidamente ante cualquier circunstancia.
En el ámbito corporativo y aunque nuestro comportamiento generalmente se perfila como más estratégico, dado que va dirigido a lograr unos objetivos, no debemos descuidar nuestro lenguaje corporal. De hecho, se precisa tener mayor capacidad de observación y de respuesta en función de las situaciones que se nos presenten.
La primera impresión, por ejemplo, es un momento muy complejo que a veces no tenemos en cuenta. A nuestros alumnos les recordamos siempre que no existen segundas oportunidades para primeras impresiones. Es importante conocer, trabajar y equilibrar tanto nuestro comportamiento como nuestro lenguaje corporal y adoptarlo acorde a nuestra personalidad y circunstancias. Desde llegar a tiempo a una reunión, la sonrisa, el saludo, la mirada, nuestra forma de hablar, las distancias, nuestro aspecto exterior y hasta el modo de sentarnos comunicará nuestro estado de ánimo y el grado de cortesía que ofrecemos a los demás.
Otra situación muy común es cuando acudimos a un acto, una reunión, realizamos una presentación o incluso saludar a personas que no son de nuestro agrado. No cabe duda que si no deseamos que nuestra imagen, relaciones laborales o de negociación se vaya al traste, nuestro lenguaje corporal debe responder coherentemente con aquello que estamos comunicando. Es decir, que nuestro lenguaje no verbal no delate inseguridad, desacuerdo, incomodidad o cualquier otro sentimiento que no deseamos transmitir.
¿Existen gestos que nos delatan?
Absolutamente sí. Al comunicarnos, nuestro cuerpo transmite inconscientemente una serie de gestos que, a veces, denotan lo contrario a aquello que estamos comunicando. Esto ocurre tanto en situaciones en las que sentimos comodidad, como ante situaciones incómodas, siendo naturalmente estas últimas, nada conveniente transmitir. Por lo que, es necesario, como decíamos, que exista una coherencia entre nuestro lenguaje verbal y el no verbal, ya que la contradicción podría suponer perder una relación profesional que recién se inicia, una oportunidad de negocio o un proyecto.
Algunos de ellos van desde tocarse una parte del cuerpo o las manos en exceso por inseguridad, prisa o incomodidad. Cruzarnos de brazos ante un desacuerdo, tocarnos la nariz, no mirar directamente a nuestro interlocutor, dirigir la mirada hacia otros lugares, mover manos, pies o piernas compulsivamente, estrechar la mano al saludar con demasiada fuerza o, todo lo contrario, hacerlo sin una equilibrada firmeza.
Además, si al expresarnos, nuestra gesticulación es muy repetitiva, pero no aporta nada a nuestro discurso, mejor moderarla. Este tipo de gestos son sensaciones y emociones que pueden delatar una mentira, un desacuerdo, timidez, inseguridad, nerviosismo, impulsividad, incomodidad y agresividad, entre otros, que puede crear desconfianza e incluso rechazo hacia los demás.
A la hora de reconocerlo, un gesto puede ser el indicio de una intención o comportamiento, pero también debemos tener en cuenta si conocemos a la persona o su cultura. Por tanto, lo pondremos en relación con el entorno. Es decir, deberemos relacionar palabras y gestos al contexto y situación, pues en ocasiones, puede ser que simplemente a nuestro interlocutor le pique la nariz, tenga frío o ese movimiento que realiza repetitivamente, tal vez es correcto en otras culturas.
La escucha activa, la empatía y el buen manejo del lenguaje no verbal, nos otorgan habilidades adicionales que podemos entrenar y mejorar. Dando como resultado una comunicación más eficaz en función de cada circunstancia.
Elementos diferenciadores que, no solamente nos harán mejorar en nuestras relaciones profesionales al ejercer con visión, paciencia, generosidad y humildad hacia nuestros colaboradores, colegas y clientes, sino que, nos ayudará a elevar nuestra profesión al lugar que merece 🙂
Atribución imágenes: gracias a nakaridore de freepik y Canva